Mi viaje a Colombia fue muy enriquecedor. Tuve la oportunidad de viajar a los lugares que están en el itinerario de SIMBIOTURISMO EN COLOMBIA. El lugar que más me impactó fue Nabusimake que en español significa el “Tierra donde nace el sol”. Es un lugar acogedor y limpio, donde se respira un aire distinto, cargado de calma y de paz. La comunidad arhuaca es reservada y muy pacífica.
Más fotos abajo, en la galería.
Volamos por 55 minutos desde Bogotá hasta Valledupar, nos quedamos a pasar la noche allí cerca del parque donde se hace el festival vallenato. Al día siguiente madrugamos y nos dirigimos con mi amigo Carlos hacia Pueblo Bello, después de 2 horas y media en un bus pequeño por carretera en buen estado.
Después de Pueblo Bello nos tocaba esperar a que se llenara el cupo en carros 4×4 que son los únicos que suben a Nabusimake. Mientras esperamos fuimos a comprar las makurumas (ofrendas) tanto para el cabildo como para doña Angela. Compramos pescado seco que es lo que más les gusta y algunas verduras y comida básica que ella misma nos solicitó.
Estos carros trepa montañas tienen la particularidad de tener en cada llanta el guardabarros mucho más altos, debido a la topografía del lugar. Es una aventura llegar allá y por raro que parezca es mejor estar sin cinturón de seguridad a pesar del movimiento exagerado durante el camino.
Luego llegamos a la portería y el chofer habló con un miembro de la comunidad arhuaca que vive allí y es al mismo tiempo el portero del pueblo. Pagamos 10 mil pesos por la entrada. Cuando entramos, todo parecía más verde, cruzamos el rio en el carro y Kiko el conductor, nos dejó en casa de doña Angela quien muy amablemente nos recibió con almuerzo.
Tuvimos una larga conversación con esta maravillosa mujer. A unos 300 metros de su casa estaba el pueblo encerrado por piedra de más o menos 400 metros cuadrados, donde vive la comunidad.
Al día siguiente fuimos lo más pronto posible a pedir permiso a la casa del sacuco mayor, quien después de un rato nos lo ha otorgado muy amablemente. A todos los visitantes se les advierte que respeten sus aguas y pozos, el pueblo, los árboles, los animales y los cerros. Los cabos y semaneros (que son los guardas o policias tradicionales de los arhuacos) se encargan de hacer cumplir las normas.
Todo el tiempo estuvimos con Aurelia o como la llamaban todos: Yeya. Su nombre real es Yuidig y fue nuestra guía, ella hace parte de la comunidad pero que no vive en el pueblito encerrado en piedra, sino en otro sector como a 1 km de allí. Aurelia fue magnífica y muy servicial, nos colaboró en todo, ella será nuevamente nuestra guía en el viaje de julio 2018. Nos enseñó a decir Hola (DU) y gracias (DUNI) en el lenguaje arhuaco. Ella nos llevó a los pozos sagrados del rio Curacatá, allí nos sumergimos y nos limpiamos con el agua pura del rio.
Como allí no hay electricidad, tampoco teníamos comunicación, entonces Aurelia nos llevó a la casa de Mila quien tiene una tienda con cosas para vender. Vende aceites de varias hierbas, panela orgánica, café de la sierra, super cocos, pan, mochilas de todos los tamaños entre otras cosas.
Para llegar allí hay que cruzar el rio por un puente que es un árbol caído, se siente la adrenalina al pasar el árbol. Mila cuenta con paneles solares para recargar los teléfonos y los presta muy amablemente. Ella también ofrece el servicio de vender minutos para comunicarse.
En las noches salíamos a ver las estrellas, se podía apreciar la vía láctea, ya que estábamos tan lejos que la luz de la ciudad no interrumpía tan majestuoso espectáculo, vimos estrellas fugaces. La vista allí era increíble.
Intentamos encontrar a Nerungumu, quien el años pasados curó a mi amigo Carlos una vez que él se cayó en el rio y con una piedra se rompió la ceja. Carlos le quería llevar una makuruma pero tuvimos que dejarla en su casa con su esposa porque en 3 ocasiones intentamos buscarlo. Nerumgumu tiene un hermano que aún no sabemos si es gemelo, pero que según Carlos y Aurelia son igualitos, al punto que cuando lo vimos pensamos que era él y el hablamos como si fuera él. Él muy amablemente y después de escuchar todo, nos ha dicho que no es Nerungumu, sino su hermano, eso no ha hecho reír mucho ya que Carlos estaba muy emocionado de volver a verlo. Finalmente nunca lo vimos.
Se nos acabó el tiempo y regresamos a Pueblo Bello después viajamos a Valledupar y al día siguiente a Bogotá, muy cargados de buena energía, muy relajados y sobre todo felices de esta experiencia.
En el próximo post escribiré sobre el viaje a la zona cafetera, que estuvo super!!
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